Serial: Vértigo trágico en el trópico

Hugo Garduño 20/10/12 
Si aquel o aquella: para ser políticamente correcto, que comience a leer este poemario no tiene en absoluto ningún antecedente, para más o menos darse una idea de lo que encontrará en él, Serial habrá de en ese inicio presentársele como una muy interesante sucesión de composiciones bien logradas. Podría lo que se describe ahí ser ficción y quedaría muy bien. Sin embargo no resulta así. Serial, de Antonio Salinas Bautista se revela como una obra aún más relevante y al mismo tiempo atroz, porque lo que ahí se recrea; y lo que también parecería fotografiarse en instantáneas, no es fantasía: Es pura, total realidad; y hace seis o diez años esa misma realidad habría podido considerarse muy difícil de creer, por ser tan espeluznante. En cambio ahora y durante los años de este sexenio que agoniza, parecería que se ha vuelto costumbre la carnicería cotidiana que se sucede sin cesar en las noticias; pero para las víctimas, o frecuentes testigos de tantos hechos de violencia, el terror, el trauma de estos años infames de ningún modo es mera noticia ya sabida, poca cosa. Todo lo contrario, este tiempo negro es una pesadilla ya insoportable. Y es de suponerse, que Salinas Bautista hubiera preferido no tener que hablar de todo ello, por como todos, preferir que no sucediera. Sin embargo lo hizo, no eligió bajar la vista, o cómodamente voltear hacia otra parte. Esta obra es un compromiso no sólo de Salinas Bautista con su experiencia de vida, sino también con el aciago tiempo que le ha tocado vivir desde su ciudad: El testimonio de su tiempo, su versión de lo sucedido en el mismo. No la pura fantasía vacua, que como cliché tanto se le endilga a la poesía, y desafortunadamente tantos autores se empeñan en ejercer. Y por el camino que sea, entre más se penetra, se desnuda, se exhibe a la realidad sin ningún temor en hacerlo, más verdadera y palpitante es la propuesta artística.
Lo que se presenta en Serial, está dicho sin drama exagerado y sin ningún artificio que estorbe. Al principio aparece en prosa poética, la recreación de un sitio querido que se mira ya muerto, con la sombra de todo trastornado, y una historia ahí dibujada que flota. Y como amenaza cumplida termina desencadenándose la violencia. Usando siempre un acertado lenguaje poético, como si fuera inevitable,llega el socorrido tema de la amada. Podría pensarse que hasta ahí llega el empuje e indignación del autor, y partir de ahí se va a tener a dicha amada siendo el eje obligado de esta obra. Afortunadamente no sucede así, pues Serial continúa con esa acertada forma de decir, dando un testimonio no sólo de hechos, sino además profundamente vivencial y humano. Y transmite una luz intensa, no alegre sí amenazante, aunque con la palabra amor todavía por ahí revoloteando. En el texto número cinco, el poemario salta nuevamente a lo acertado de su inicio, con un magnífico híbrido de poema con cuento fragmentario cortísimo, como fotografía de un instante, con la tensión de quién cuenta. Igual a los disparos, fulminantes, que acribillan esas diez líneas. Después surge el humor certero, hasta para saltar a la carcajada. Pero detrás de ese lenguaje delincuencial que puede ser hasta chistoso, está preponderante la descarnada realidad del crimen. Sigue el ascenso y el autor continúa dando sorpresa con humor, ingenio en el lenguaje, por esa torcida realidad necia, en otra y ácida buena composición. Quizá algún extranjero, alguien muy distante de esta situación terrible en estos años fatídicos de Calderón, no podrá reconocer del todo, alguna de estas para mí, postales. Reconocibles de in mediato, para quienes en este país, en este tiempo las hemos vivido.
  “Un disparo reciente nubla el teatro”: con estas palabraspuede imaginarse tanto, así de certero es Salinas Bautista. Y de un dicho, que estupendo puede caber en prosa, el híbrido de buen prosista y poeta desborda su gran ingenio en otra postal redonda.
  Y si se pudiera hablar con lo anterior de altura en los aciertos de este libro, lo que sigue es para quedar perplejos, por lo aún más más contundente y redondeado de cada estampa plasmada. Pues a manera de poema-cuento-foto, una muy buena mezcla que puede recordar en lo narrativo, a los brevísimos cuentos de Eduardo Galeano, el poemario ya en la parte siguiente cambia en su manufactura. Y por su propia cuenta Salinas Bautista deslumbra. Textos placenteramente gráficos, cuando el autor dice luz ésta puede verse; y en todo aquello transcurrido en las sombras, la noche puede sentirse. Hablar a detalle, de cada una de las que pudieran considerarse postales-fotografías verbales, sería muy extenso. Sin embargo no es para menos, pues cada una en su brevedad, abarca más de sus pocas líneas: dicen mucho más, de lo que ahí está escrito. Afortunadamente inclasificables, los poemas de la primera mitad de Serial gozan de una brevedad intensa. Y “A filo de navaja” como otra versión, como una visión emparentada a lo anterior, quizá sólo separada en la forma en que está escrita, surge en otro modo de decir, no se le mira igual. Si cualquiera pudiera creer suficiente Serial, el impacto de: “A filo de navaja” lo hará levantarse de su silla. Por su sabor, ahora de vertiginosa crónica de la violencia y el quebranto verdadero también violento del testigo y su gente. Son fulminantes y descarnadas instantáneas que se desean verse de nuevo. Esta parte sabe diferente. Escritos con una total sencillez, nacida de una naturalidad envidiable y certera, los poemas ahí reunidos no pudieron ser escritos más que con esa taimada transparencia. Ahí en esa claridad natural y precisa, puede estar el anhelo de quienes esos elementos los confunden con simpleza. Todos esos poemas se beben como un fuerte, pero placentero trago. En su efectividad, quien lo desee puede soslayar al gato, a la novia, parecida a la de los ojos bonitos de Óscar Oliva. Sin embargo éstos son dos referentes a la niñez, a la inocencia aterrada, a una ternura sacudida por la violencia.
  Y el poeta desde el vértigo, cámara lenta, pasa como si fuera otro el que escribe a otro tenor. Igual terrible, dolorosa, pero ahora pausada llega esta tercer parte del libro. Sin el posible híbrido entre poesía y narración brevísima anterior, “Cámara lenta” es un compendio aún más estilizado: es elegante pero filosa su poesía pausada. Dentro de ese contexto de sorpresa y terror, se agradecen los poemas amorosos fuera de los lugares comunes. Desafortunadamente no por el autor, sí por la realidad, dichos poemas están contaminados en su sustancia por la violencia y la tragedia. Y esos ingredientes deleznables también resultan intrínsecos, aún ahí, a todo el contexto del libro. Un estético pero descarnado testimonio de esta época.
 “Sitiado”, nuevamente cambia, ahora casi de un modo total el sabor del libro. Con un tono emparentado al de Alí Chumacero, que casi al igual de los otros poetas citados en los epígrafes al inicio de cada segmento, dan el tono que habrá de seguir, “Sitiado” se viste desde el interior del protagonista y en sus penas cotidianas, conesa luz tropical de puerto. Quizá como una plaquette añedida. Opor ser un descanso de todo ese vertiginoso transitar. Suave, muy poético y sentido, “Sitiado” suenaa sabida tradición poética mexicana. De talante más juvenil y ligero, lleva adherido el desencanto sereno del protagonista. Y a pesar de ello, esa agua negra, esa realidad terrible que colma el poemario, en “Sitiado” no deja de asomarse leve, pero persistente en sus rincones. Así, a todos y cada uno de los que vivimos esta época, por más que nos empeñemos en voltear hacia otro sitio, esa misma realidad, nos guiñará en todas partes.
Andrés Cisneros, Antonio Salinas, Adriana Tafoya y Hugo Garduño

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