Ángel Carlos, Carlos Ortiz, Jesús Bartolo, Antonio Salinas |
El jueves 18 de febrero ante un público, que si bien no abarrotó el Centro Cultural Casona de Benito Juárez en Acapulkin, Guerrero, resultó ser un público agradable y paciente, pues entre ellos había varios amigos y conocidos, pero sobre todo porque su servidor llegó un poco tarde, sin embargo, me esperaron lo más que se pudo y, lo que es mejor, me dieron la oportunidad de leer mis comentarios vertidos sobre el libro, aquí les dejo parte de esas opiniones personales respecto a la obra de Jesús Bartolo y aprovecho para enviar un abrazo a los que estuvieron en la presentación.
Jesús Bartolo ya podría ser considerado como un poeta significativo de esta generación, sobre todo para los poetas de Guerrero de esta y otras generaciones. Con este libro Diente de León, me parece que alcanza una poesía tan perceptiva como verbal, pero que conserva su propia tradición. Insisto, si algún poeta gurda un estrecho vínculo con la tradición y la costumbre de un contexto es Jesús Bartolo, y Diente de león es una prueba contundente de ello. Aquí la tradición se universaliza. “La tradición funda su propia tradición” Octavio Paz. Diente de León me recuerda a la “abuela” del libro Las regresiones del mar, a “Mabre” de No es el viento el que disfrazado viene, pero también me remite a la obra de Efraín Huerta, a los poemas de Efraín Bartolomé a Ignacio Manuel Altamirano. El poeta fusiona el lenguaje de todos los días con el lenguaje poético (aquí me viene a la cabeza el tierno vocabulario de Juan Gelman, o el desparpajo riimbombante de Gonzalo Rojas).
Amárrale este escapulario de los siete santos
y sus junturas escaparán a paso del epitafio.
Amárrale a los pies jitomate asado con granos de sal
y la muerte le soltará la garganta y de su sábana caerá el resfriado.

Tiene calor en la panza, simuló el adivino;
tiene calor en la panza, aseguró la buscahierbas.
La hoja de almendro con un poco de manteca en la barriga
le bajará la calor y —dicen— un poco el coraje.
Ensalívalo mujer y el mal agüero buscará camino,
truénale el garrotillo y su sangre se volverá ligera,
ligera como vilano veredeando.

Con el Sur de las percepciones heredadas, Jesús Bartolo ha construido un libro de una fuerza verbal que en ningún instante desciende en intensidad durante su viaje, que va de la construcción de un mundo a un simple vuelo, de la infancia a un recuerdo que aún lacera, de la realidad hasta la plena posesión de un o una personaje construida a base de sueños y espacios inhabitados:
El diente de león se eleva con uno de mis soplidos de antaño
como un infante en su trazadura alba que ratonea.
El diente de león es lo conducente
la cifra errada y malabárica que instiga las estaciones,
lo uno mismo siempre en su raíz epíloga
los dardos ancestrales y las palomas lejos.
Concluyo con una frase acertada del poeta atoyaquense en una entrevista a un periódico local: “Yo ya escribí el libro, lo que la obra provoque a los lectores ya no es de mi incumbencia”
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