Medio siglo entre libros

Siempre imaginé que el Paraíso 
sería algún tipo de biblioteca. 
Jorge Luis Borges 

No recuerdo con precisión la primera vez que entré a la biblioteca. No se me viene a la memoria ese instante. Seguramente porque ya tiene algunos años, seguro porque la memoria a veces me falla. Lo que sí recuerdo, es uno de los primeros libros que leí en este lugar. Fue un clásico de la literatura Hispanoamérica, editada por el Fondo de Cultura Económica y revisada por el mismo autor. No hace falta que yo diga que es una gran novela, quienes la han leído coincidirán conmigo Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre. Pedro Paramo, de Juan Rulfo. Luego vinieron El llano en llamas —misma colección—, y alguno que otro ensayo sobre el jalisciense. 
A nada más y nada menos que medio siglo de su fundación, la Biblioteca Pública No. 22 Dr. Alfonso G. Alarcón, ha visto desfilar por sus pasillos a la mayoría de los escritores guerrerenses. Seguramente uno que otro ha tomado de entre sus anaqueles algún libro de su agrado. Quienes se han acercado al área de literatura y se han asomado a la magia que provocan las novelas, la poesía, los libros de cuento y ensayo, notará que en más de uno aparece mi nombre o apellido. Hubo varias tardes o noches en la que iba especialmente a leer algún libro de literatura. Dice C. Lewis, Leemos para saber que no estamos solos. 
Bajo estos muros pintados de blanco —a través de la colección Nuevas voces de la narrativa mexicana¬— he leído El miedo a los animales, de Enrique Serna, Mal de amores, de Ángeles Mastretta, Dos crímenes, de Jorge Ibargüengoitia,. Disfrute los textos de mis poetas mexicanos predilectos: Ali Chumacero, Rubén Bonifaz Nuño y Juan Bañuelos, entre otros. Leí a León Tolstoy, a Charles Dickens y Gustavo Flaubert, bajo la colección biblioteca universal. En fin... 
Recuerdo cuando tuve la oportunidad de tramitar mi credencial para préstamos de libros a domicilio. Podía llevarme a casa hasta tres obras y leerlas en la comodidad del hogar. Sin duda que la biblioteca ha tenido una consideración aparte dentro de mi acervo literario pues aquí tuve la oportunidad de leer a Mario Vargas Llosa, un autor muy caro en el mercado, así como la obra del japonés y premio nobel de literatura en 1994 Kenzaburo Oé, no tan fácil de encontrar. Hurgué mucho tiempo en la obra de Alfonso Reyes, así como en la obra de Octavio Paz, quien cada vez está más cabron comprar sus libros, pero afortunadamente aquí, no hay pretexto para leer. 
Comparto este medio siglo de vida de la biblioteca y me uno a sus festejos porque aquí he pasado muchas horas y he visto su crecimiento gracias a la sensibilidad de algunas personas que han apostado por el desarrollo de la cultura y que han visto en la educación el progreso de la sociedad. El amor por la lectura es algo que se aprende pero no se enseña. De la misma forma que nadie puede obligarnos a enamorarnos, nadie puede obligarnos a amar a un libro. Son cosas que ocurren por razones misteriosas, pero de lo que sí estoy convencido es que a cada uno de nosotros hay un libro que nos espera. En algún lugar de la biblioteca hay una página que ha sido escrita para nosotros. Alberto Manguel.

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